Tras una insufrible negociación de casi 25 años, de idas y venidas y de temporadas cogiendo polvo en un cajón, fue la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, con su política proteccionista, lo que dio impulso hace un año a retomar el acuerdo entre la UE y el Mercosur. El pacto, que crearía la mayor zona de libre comercio del mundo y que estaba a punto de completarse definitivamente, pende sin embargo de un hilo por el rechazo de Francia y las dudas de última hora de Italia. Las protestas de granjeros en Bruselas calientan además el debate.
La aprobación de nuevas salvaguardas para los granjeros europeos y para los productos comunitarios, eleva la presión sobre la UE para que rubrique el acuerdo. Esta presión se ve avivada por las críticas del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, el principal impulsor americano del pacto. “Si no es ahora”, ha advertido, “no habrá más acuerdos”.

La votación del pacto comercial, que se podría hacer in extremis el viernes por la mañana, es uno de los puntos calientes que sobrevuela la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de este jueves y viernes en Bruselas. Y mientras los líderes debaten fundamentalmente sobre Ucrania —el acuerdo con Mercosur se tratará a fondo, pero no está oficialmente en la agenda— y tratan de sacar adelante un salvavidas financiero para evitar la bancarrota del país invadido por Rusia, cientos de agricultores protestan en las calles de la capital comunitaria contra el acuerdo y por nuevas concesiones. En Francia, el principal país contrario al pacto con Mercosur, la ira de los agricultores y la debilidad del presidente Emmanuel Macron, juegan en contra del acuerdo.
El miércoles por la noche, los negociadores del Consejo de la UE y el Parlamento Europeo aprobaron nuevas salvaguardas para los agricultores y para los productos europeos. Una red de seguridad diseñada por la Comisión Europea que incluye un mecanismo para suspender las ventajas arancelarias de los productos de los países del Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) que llegan a Europa en el caso de que se detecten “graves distorsiones” para ciertos sectores europeos considerados especialmente sensibles, como el vacuno, el avícola o el azucarero. Esas nuevas garantías se suman a una larga lista de salvaguardas medioambientales, de derechos humanos y climáticas.
“Superar nuestras dependencias se hace diversificando los acuerdos comerciales”, ha advertido este jueves la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, a su llegada a la cumbre en Bruselas. “Mercosur desempeña un papel central en nuestros acuerdos comerciales. Es de una importancia enorme que tengamos la luz verde”, ha reclamado.
Francia, un con sector agrícola importantísimo, se ha opuesto tradicionalmente al acuerdo con Mercosur, pese a que ha logrado enormes salvaguardas para sus productos. “Quiero decirles a nuestros agricultores que he dejado clara la postura de Francia desde el principio en cuanto al Mercosur, creemos que el acuerdo es insuficiente y no puede firmarse”, ha lanzado Macron a su llegada a Bruselas. Sin embargo, han sido las dudas de última hora de Italia lo que han sorprendido a la mayoría de los Estados miembros partidarios y a la cúpula de las instituciones comunitarias, que ya tenía las maletas hechas para viajar hacia Brasil, donde Lula ha preparado una gran ceremonia de firma para este sábado. Todos los ojos están puestos así en la primera ministra italiana, Giorgia Meloni.
La cúpula de las instituciones comunitarias trata con Roma cuales pueden ser las condiciones y requerimientos que harían que Meloni respaldase la medida. Nuevas subvenciones para los agricultores y más margen para el marco financiero del próximo periodo pueden estar sobre la mesa.
El acuerdo necesita el respaldo de una mayoría de países de la UE (15 Estados que representen el 65% de la población). Con los números actuales solo saldría adelante si uno de los dos, Francia o Italia, avala el acuerdo, ya que otro de los grandes, Polonia, votará que no. Si París y Roma lo rechazan también, el pacto saltaría por los aires. De nuevo.
En un escenario global cuando menos revuelto, Europa se juega su credibilidad y su prestigio con el acuerdo con los países del Mercosur (que reúnen a más de 270 millones de consumidores que recibirán sin aranceles o con pocas tasas los productos europeos). No es solo una cuestión comercial. También es política: la UE busca nuevos socios fiables tras el alejamiento de Estados Unidos y mientras teme que el magnate republicano Trump presente los papeles del divorcio y declare una guerra comercial en toda regla.
“Este acuerdo comercial es el primero de otros tantos que tienen que venir para Europa”, ha dicho el presidente español, Pedro Sánchez, uno de los más férreos defensores del pacto con Mercorsur. Si no se logra, ha dicho, “sería muy frustrante”. También para el canciller alemán, Friedrich Merz, otro de sus partidarios, esta es la hora de la verdad del acuerdo. “Esto se ha negociado durante 25 años”, ha recordado. “Si la Unión Europea quiere seguir siendo creíble en la política comercial mundial, las decisiones deben tomarse ahora”, ha advertido.